UNA NUEVA VUELTA AL SOL

 Suelo escuhar a personas, especialmente a las mujeres, hablar de la edad como si fuera una tragedia inminente. Yo misma he caido en esa forma de pensar. Sin embargo, ¿cuál es la verdadera tragedia de envejecer? ¿Será acaso acercarnos más a despedidas de las que preferimos no hablar?

Es probable que así sea. De hecho, aún me cuesta enfrentar esa realidad, aunque sé que es parte inherente de la vida.

He aprendido que los años son bendiciones que recibimos: una nueva vuelta al sol, 365 días más para aprender, disfrutar y vivir. La vida merece ser celebrada. Por eso, hace poco celebré con orgullo mi cumpleaños número 43, agradeciendo no solo lo que tengo, sino también lo que anhelo alcanzar.

Esta mañana, al despertar, reflexioné:

“La vida es como la marea: a veces alta y majestuosa, cubriendo la orilla bajo su agua imponente; otras veces baja, retirándose y revelando la grandeza que ocultaba.”

Así somos nosotros, con nuestras emociones fluctuantes, pero siempre manteniendo nuestra majestuosidad. Incluso en los días más difíciles, esa grandeza nos acompaña.

Cuando nuestra marea sube, abarca una infinidad de momentos, personas y aprendizajes. Cuando retrocede, se lleva consigo todo lo que cubrió, ofreciéndonos la oportunidad de reflexionar sobre lo vivido. Al aprender a apreciar este ciclo, comenzamos a disfrutar más plenamente de la vida.

Aún tengo camino por recorrer, aventuras por descubrir y lecciones que aprender… o quizá desaprender. Me siento como el mar: presente, majestuoso y sereno, recordándonos la paz que llega cuando aprendemos a contemplarlo.

Y mientras sigo navegando, abrazo cada ola, cada cambio y cada amanecer con gratitud. Porque en este viaje llamado vida, no se trata de detener la marea, sino de aprender a danzar con ella.

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